
Fundido en negro
Jesús Jiménez Domínguez
DVD Ediciones
(Barcelona, 2007)
PREMIO DE POESÍA "HERMANOS ARGENSOLA" 2007
91 págs.
ISBN: 978-84-96328-65-7
"Vivir consiste en ir perdiendo cosas", afirma el autor en un poema de Fundido en negro. En cierto modo, este libro es un recuento de pérdidas, propias y ajenas: cuanto tuvimos, amamos o simplemente deseamos, se nos muestra ahora fugaz, difícil de conservar entre las manos y en la memoria ante los saqueos del tiempo, el verdadero protagonista del libro. La realidad, como la vida, se ha transformado en algo extraño que no somos capaces de retener. Habitamos un mundo en el que el tiempo parece querer huir del tiempo en el que las sombras, lo mismo que las palabras, asedian a sus cosas sin lograr entrar en ellas.
Más allá de los antifaces donde se enmascara el yo, más allá de fantasmas legandarios y de referencias literarias, musicales o cinematográficas, Fundido en negro explora desde un singular asombro un mundo y unas vidas reducidos a sombras.
TESOROS DE DAMIEL Y CASSIEL
Hoy, en el paseo Lilienthal, un hombre iba
andando cada vez más despacio y ha mirado
por encima de su hombro hacia el vacío
La nieve que cae y adopta la forma de la cosa
lo mismo que el adjetivo rojo cae sobre la cereza.
La mujer que parte por la mitad una manzana
y se encuentra entre dos bosques, dividida.
El sueño que se apaga en la oscuridad de un cenicero,
la estrella que se extingue en el mismo tiempo
en que se dice la palabra polvo o tose un extraño.
En un cuaderno anotaré todas las cosas.
La sombra que huye de la noche
como el viento escapa del viento.
El niño que tiene sólo una moneda
pero cien manos para perderla.
El insecto que excava galerías en el corazón
de los libros, que come la carne de los árboles,
como palabras, las come hasta tenerlas todas.
En un cuaderno anotaré todas las cosas.
Los paraguas que arden y queman la tarde
lo mismo que la palabra hielo incendia una boca.
El solitario que recorta las islas de un mapa y una noche,
de repente, todas encallan en la playa, frente a su casa.
La bala que busca un nombre en el listín telefónico,
la bala que silba e irrumpe en mitad de un pensamiento.
En un cuaderno anotaré todas las cosas.
El hombre que mira el fondo del vaso
y encuentra la superficie del infierno.
El moribundo que se borra sobre el lecho
lo mismo que el lápiz de una resta.
El amante al que sobreviene, como una tormenta,
la sombra remota de un perfume y piensa:
La memoria es un león dormido entre algodones.
En un cuaderno anotaré todas las cosas.
Bajo el cielo seré todas las cosas.
CIMETIÈRE DU PÈRE-LACHAISE
En Père-Lachaise la soledad es un útero de regreso,
los mármoles tienen la apariencia de la leche cansada,
la eternidad es un topo que da de mamar a sus muertos.
En Père-Lachaise hay niños albinos que mascan hiedra,
los cuervos atesoran pomos caídos que nadie conoce,
saben más amargos los violines de Enescu bajo los sauces.
Muy cerca de Jim Morrison algunos claveles de ayer
aún levantan vapores y descargas eléctricas.
Oscar Wilde es sólo musgo que revienta la piedra.
A las seis de la tarde un funcionario cierra la muerte,
abre su pitillera. Borrado por el humo piensa acaso:
Qué trabajo inútil vivir. Cuánto tiempo perdido.
Un rosal ha dejado sus espitas abiertas sobre Sadeq Hedayat.
Sentados en sus cipreses los ángeles levan anclas.
El cementerio zarpa de nuevo y París es el invierno.
REMANDO AL VIENTO
Percy Bysshe Shelley, yo os pregunto:
Quien navega, ¿es del viento o del agua?
Si la verdad está en el fondo de las cosas,
¿es más cierta la barca que dentro del lago
acompaña, inversa y paralela, a esta que flota?
Si el tiempo quedó detrás, Polidori,
¿la barca de hace un minuto estará vacía?
¿El muelle que dejamos seguirá menguando?
En las afueras del cielo la noche ha borrado al día.
Pronto las ondas del lago borrarán el lago.
Y remamos, remamos sin las manos,
sin los remos, sin el lago, buscando sin los ojos
costa donde hacer pie, tiempo donde caminarnos.
Remamos sin orillas, sin más tierra prometida
que la que mañana nos dé a probar
el enterrador en el hierro de su pala.
Ahora la barca separa la noche de la palabra noche.
También mi corazón tiembla entre dos latidos contrarios.
Respuestas no hay: el viento silba su oscuro pájaro.
Sobre las tramoyas del agua vosotros calláis, yo canto.
FUNDIDO EN NEGRO
(LOS SALMOS SECRETOS DE BELA LUGOSI)
Tú que amamantas a los poseídos de Van Noort,
que soplas en los ojos a los ciegos de Brueghel;
tú que acaricias el albatros torpe de Baudelaire
y en las iglesias robas el alpiste de los ángeles
para repartirlo entre los leprosos de Burgkmair,
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Tú que bailas en la melena verde de los narcóticos,
que vuelves las cunas ataúdes; tú que en la papada de dios
colgaste el Gran Cascabel para que lo advirtiéramos espiar
nuestros coitos, nuestras gulas, todas nuestras miserias
(ésas que tú subvencionas agitando el talonario de tus alas),
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Tú que podas las rosas de la anemia y tocas la trompeta
y en las puertas de las escuelas levantas un viento negro
que arrebata los paraguas, los corazones, las carteras,
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Tú que hielas todos los relojes sólo con mirarlos,
que abres un ojo en el ozono para que caigan las estrellas,
tú que en el falo dormido llevas un Cave Canem tatuado,
que aborreces los musicales y las películas de amor
pero en cambio amas la casquería y la serie b,
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Tú que inventaste el radar que avisa de los ángeles,
el detector de verdades, la siesta y la gomina;
tú que aterrizas con tu corte rosa de flamencos
y en la Última Cena de Hollywood gritas Carpe Noctem
vestidocomo un Dandy del Spleen, micrófono en ristre,
antes que el cazatalentos con su beso te atornille,
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Tú que muerdes a las niñas en las basílicas de sus muslos
mientras con un cáliz recoges la sopa roja de sus meses;
tú que asaltas los bancos de sangre con un lirio en la mano
y te fugas a México a bautizar con tequila a las iguanas,
a los mariachis que cantan para ti desde la flor del cactus,
oh Señor de la Noche, guíame en las sombras.
Sal de tu búnker donde barajas los eclipses con las noches,
donde inventas las gafas que descifran los posos del alma.
Oh Señor de los Lobos que estás en el cieno y en la hiedra,
en Budapest y en Las Vegas, en Río y en Babilonia:
Aparca por un momento tus prodigios, todos tus negocios,
y escucha a Bela, éste tu siervo, que en el ala leve de la noche agoniza.
Dame a probar tu nuca de murciélago, la llama de lo eterno,
las bridas de tu Morfina Bendita dame y que nada me capture:
ni los espejos de Narciso, ni el olvido con su estaca blanca,
ni el cíclope de la cámara, ni el epitafio de los títulos de crédito.
Oh Señor de la Noche, guíame en el gran plató de las sombras.
STROSZEK
¡Atención! Hablo por el canal 3 desde el parque de atracciones.
Hay un chiflado en el telesilla y no encontramos la palanca de
fuerza. No podemos pararle a él ni los pollos bailarines. Envíen-
nos un electicista para que lo resuelva. Cambio.
Mi casa es una semana con ruedas.
Mientras Eva hace preguntas o se hace las uñas,
yo tiro del sábado y me siento en el domingo:
allí viven mi acordeón y mis cervezas.
Hacia el norte, vecino con el frío de aquí,
el frío se llama Canadá pero habla igual.
Me llaman Bruno porque me sale
negra la barba y negro el destino.
Si me afeito a navaja el destino,
volverá a salir con más fuerza.
Si me afeitan la casa me quedaré
sin fuerza, sin acordeón y sin cervezas.
sólo me quedará el frío, norteamericano.
Escrita está mi barba: un rifle frío
y una montaña de la que sólo se desciende
con las tripas atascadas de amor
y el corazón rebosante de mierda.