
Diario de la anemia / Fermentaciones
Jesús Jiménez Domínguez
Olifante
(Zaragoza, 2000)
134 págs.
ISBN: 84-8324-078-5
Fermentación: Cambio. Viaje de lo orgánico a lo químico (ver las Metamorfosis de Ovidio). Fermentación del mechón de Reina: una substancia viva, enloquecida, hace que todo el cabello y vello que cubre el cuerpo, se agrie y pudra, que escurra pelo líquido y amargo por nuestra piel, hasta que todo lo que era pelo sea charco. También existen las fermentaciones producidas por organismos vivos al agriarse las lágrimas; esto ocurre en la obtención de la visión ácida. Sin embargo no actúan enzimas en la fermentación que se necesita para deglutir y aceptar el mundo. Sólo un estómago estúpido, anómalo y humano se tragará el mundo y se pondrá en marcha, hacia la comprensión de las cosas. Todos los fermentos se destruyen a elevadas temperaturas: la lengua despierta, el sexo atento, la caricia desbocada y la palabra mágica doman el fermento, lo acunan como al niño en mutación que es, le cantan la nana del yogur loco. También calman el intestino del hombre, que olvida a sus inquilinos sucios y muertos como la madre olvida al hijo que está gestando. Una materia que transforma mete su boca en otra boca, la de la materia que quiere ser transformada, y su número aumenta en la galactosa de la leche, hasta que los tetrabricks que la encierran estallan; y las aladas gotas de leche huyen hacia el cielo, mortalmente herido por la presencia de la Tierra en su pecho, e intentan decorar la estúpida mueca del Universo. La fermentación de la sangre humana hace que ésta se desdoble y que por el cuerpo del hombre afectado se levanten espejismos y se peguen en las venas carteles de busca y captura de los grupos sanguíneos gemelos que buscan sustituirse en el amor y defraudar a la muerte, derramando una sangre que no pertenece al herido: la sangre sin hombre.
SERGIO ALGORA
FULGOR DEL VINO
Lenta mano del vino, dime tus tactos de viuda,
tu caricia suave y negra como la lengua del asesino,
de qué líquido rubí está hecha tu aureola de los tristes,
de qué polen rumiado la soledad de los muertos
que en el sueño nos llaman, vino lento como la fermentación
de los hombres en las buhardillas del vómito, tú que bajas
cantando con voz de montaña y de animales ciegos,
de qué viña madre, dime, desciende tu estirpe sin bridas,
tu arteria novia y desbocada, tu sabor de lombriz dormida,
ánforas somos ya conteniendo lo remoto y lo perdido,
heraldos de la embriaguez antigua así llevamos
en la piel el temblor del odre y de las tinajas el grito,
no aguardamos sino en vano el instante en que la vida,
vieja vedette abstemia, acuda a tomarnos de nuevo
SINISTRA
La mano que perseguimos por el sumidero
de los días es la mano que ennegrece la leche,
es la mano que oxida los oros, la que mutilada
agita la mandrágora en el límite del bosque,
y si acaso una noche logramos apenas rozarla ella
doblemente nos tendrá en su puño, y ni los alcaudones
ni los hombres sabrán nunca que de ella comimos
aquel alpiste ácimo que enloqueció a los ángeles
IMAGO
En la mano de la mosca escribo
Bebo silencio para hablar de mí
Mi vida en esta gragea que tomas
Nuevamente me convierto en ti
TAEDIUM VITAE
El esqueleto de una estufa nos vigila de pronto
En el plato, fría y azul, la vida es una alubia que nadie probó
DICCIONARIO DE A BORDO (FRAGMENTOS)
Nacer: Llegar puntual a la muerte, fermentar sin prisas
Tiempo: Atracar en islas donde las tortugas copulan
bajo el puro lomo de los ángeles sedados por la sal,
viajar despacio para llegar deprisa a la ceniza
Mar: Del agua venimos y al agua hemos de volver,
ataúd que sobrevive, en la vitrina se pudre el alma,
se convierte en pez, venid a besarlo, venid
Amor: Fornicar con un espejismo en el desierto,
tener hijos con la soledad para poblar el desierto
Final: Las heces, lo mismo que los muertos,
deben enterrarse bajo la arena para evitar
que se amotinen y nos recuerden lo que somos